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09 julio 2010

No cuenta la leyenda.

No cuenta la leyenda, que una mujer dividió su ser en muchas partes. Esas partes fueron repartidas una por una entre los presentes.
El hombre más fuerte era el encargado de cuidar la parte-corazón; el más inteligente debía administrar la parte-cabeza; y el más ágil tenía que regular la parte-vientre.
Todo marchaba según lo planeado, hasta que, con el correr de los años, las fallas aparecieron.
El más fuerte resultó ser tosco e impulsivo: un día abrazó a su parte tan fuerte que la rompió en mil pedazos. Asustado, sepultó los trozos debajo de la alfombra y allí quedaron para siempre.
El inteligente, entre tanto afán por adquirir conocimientos, desbordó su parte cabeza. Las palabras comenzaron a mezclarse, desorganizarse y chocar unas con otras. La parte y su dueño se sumergieron en la locura.
Por último, el hombre ágil, que siempre estaba haciendo negocios, tuvo una brillante idea: alquilar su parte a otros hombres.
Hoy en día debería haber un descenlace en lo que no cuenta la leyenda, pero eso es imposible.

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