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05 julio 2010

La Súplica.

Estamos en una habitación en penumbras. Ella llora sin consuelo en un rincón. Yo la miro y, en silencio, tomo su hombro.
Luego de unos segundos, Ella levanta la mirada y comienza a recitar:

"Mi alma viaja por universos desconocidos, poco probables. Vuela esperando encontrar la otra parte de su corazón. La adolescencia se fue y no creo que sea un capricho. Los tiempos cambian pero eso sigue intacto. Tal vez algún Freud del siglo XXI me diga que estoy loca. Pero no me importa. Lo quiero, quiero sentirlo, quiero vivirlo. Le gritaría a los cuatro vientos que lo amo, pero eso lo asustaría. No deseo que corra. Sólo pienso en sentirlo a mi lado para siempre. Él nunca creyó que esto fuese tan fuerte. Él sólo quería cariño. Se lo dí y le entregué lo mejor de mi vida. Ahora no tengo nada. Sólo esperanzas de un amor que no será. Sólo palabras de consuelo. Las frases que todos repiten son las lágrimas que resbalan por mi rostro."

Ella se quedó en silencio. Yo la miré a los ojos.

"Perdoname, ¿te asusté?"

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